viernes, 6 de febrero de 2015

Pregúntale a la luna

Pregúntale a la luna, que fue testigo de cada uno de los instantes que pasamos juntos.

Una parte importante que iluminaba cada camino que recorríamos, cada senda que atravesábamos y cada huella que dejábamos. Iluminaba nuestras pisada por si en algún momento nos perdíamos, por sin darnos cuenta nos alejábamos y así poder encontrarnos de nuevo.

Y aquellos encuentros tras las pérdidas dónde la luna iluminaba nuestro cuarto y con él nuestros deseos. El deseo de hacernos mejores día a día, de ser felices juntos.

¿Recuerdas? compramos aquel libro, y esa misma noche empezamos a escribirlo con nuestra historia bajo la luz de la luna. Esa historia que sólo tenía presente y futuro y que en cada trazo nos olvidábamos de que toda historia tiene un final.

Y gastamos el lápiz. Y manchamos las hojas. 


Las manchamos de dulces momentos, de risas perfectas, de inocencia de niños y de esperanza, de mucha esperanza. Pero de nuevo se nos olvidó el final.


Y continuamos buscándonos y encontrándonos. Soñándonos y viéndonos, mientras la luna disfrutaba de aquel amor, de nuestro amor.


Pero un día, después de mucho tiempo, nuestra manos dibujaron los trazos que llevaban al final. Un final inesperada, pero un final necesario. Y como no supimos escribirlo desde el principio, aquel libro de historias perfectas manchado de amor, terminó siendo firmado con nuestras manos mediante un punto y final.
Con aquellas manos que se había estado entrelazando todo este tiempo, aquellas manos que habían acariciado mi piel, esa piel que se revolucionaba al sentirte. Y los labios, esos labios que se abrieron por última vez para pronunciar aquellas palabras, aquellas dolorosas palabras.Y aún recuerdo como tus ojos me miraban pidiendo disculpas, disculpas por aquel amor que no supimos reconducir. 
Pero teníamos que darnos cuenta  que lo exprimimos al máximo y que tenía que tener un final, que aunque no pudo ser bonito, aunque dolió, se curó sin infectar.


Y todo esto bajo la atenta mirada de la luna. Aquella luna que, aunque no le faltaron ganas, no se podía apagar. Porque no olvides, amor, que la luna no era sólo nuestra. Algún día ella volverá a ser testigo de nuestra historia, pero esta vez será tu historia y mi historia escrita en diferentes cuadernos.

Una cosa está clara, no podrán igualar nuestro libro, porque cada historia es única e irrepetible.
Aunque estoy segura de que será bonita y quizá mejor que la que tuvimos.
Podremos lograr alcanzar aquella felicidad que no nos supimos dar.

Y no te olvides de preguntarle a la luna que fue lo que nos pasó.
Y recuerda preguntarle que será lo que vendrá.






No hay comentarios:

Publicar un comentario