miércoles, 18 de marzo de 2015

Ilusiona, da la espalda y sonríe

Aquella vez se prometió que sería la última, que no volverían a recorrer sus lágrimas aquellas dulces mejillas en mucho tiempo. Pero semanas más tarde, tímidas gotas se adueñaron de nuevo de su rostro.
Aquellas lágrimas no dolían sino que eran lágrimas de ilusión, esperanza. Lágrimas que guardaban todo lo que su boca callaba, que gritaban todo lo que no era capaz de expresar.
Aquel día entendió que aunque en el momento las cosas no saliesen como deseaba, todo tenía un por qué, una razón.

Se tropezó con una piedra una y otra vez, y al final se cayó. La vida le golpeó por la izquierda y también por la derecha. Las nubes cubrían las manos que le tendían para ayudarle a levantarse. Y cuando por fin cogió fuerzas para seguir enfrentándose a la vida, esta le volvió a tirar.

Ya no quedaban esperanzas en su interior, aunque sabía que ya había perdido todo lo que tenía y que ya no podía perder nada más. Y en aquel momento, en el instante más confuso de su vida, se plantó ante ella la mejor oportunidad, algo que no esperaba.
Entonces sacó fuerzas de donde no las tenía, se arriesgó y se subió al barco de sus deseos, aquel barco de vela que llevaba como mejor compañero de viaje al viento, el encargado de ir acercándole poco a poco a su destino, a sus sueños.

Y ahí está ahora, llena de ilusión, de esperanza, de felicidad y deseando que el viento sea un buen compañero, que sople con fuerza empujándole hacia sus metas, y que este sea el inicio de un largo y bonito camino en el que vaya recogiendo sueños cumplidos.





Porque la vida te ilusiona para después darte la espalda y por último sonreírte.


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