lunes, 4 de mayo de 2015

Tu me rompiste, pero sólo tu podías arreglarme.

Aquellos días volví a revivir tiempos pasados.
De repente sentí como si nunca hubiese acabado, como si aquellos meses jamás hubiesen existido, como si hubiese sido un paréntesis vacío.
Eras tal y como te conocí, te brillaban los ojos mientras tus palabras te delataban. Hiciste algo que jamás hubiese imaginado y lograste entrar de lleno por la puerta grande. Y fue en aquel momento cuando me volví a imaginar junto a ti. Y sonreí.
Pero de repente volviste a caer en aquella absurda idea que se solía apoderar de ti, aquella en la que te tratabas de convencer a ti mismo de que no me podías hacer feliz.
¡Que tontería! si mi sonrisa lleva tu nombre. 
Aquella curva aparecía en mi rostro solo de pensar que aún no te habías olvidado de mi.
Y es que los días que más feliz he sido, estabas tú a mi lado.

Me di cuenta de que mis alegrías sólo eran alegrías si las compartía contigo.
Y fui feliz durante aquellos días en los que pude contarte todo, en los que las ganas se apoderaron de nosotros para ponernos al día de aquellos meses en los que el miedo y el orgullo no nos habían permitido hablar. Y fue aquella casualidad del destino la que nos volvió a juntar.


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